Superando nuestros hábitos emocionales (Parte 1)

Como ya he explicado en el artículo anterior, nuestras emociones crean reacciones en nuestro cuerpo. Cada emoción negativa particular creará resistencias en distintos órganos de nuestro cuerpo, lo que provocará la enfermedad.

Pero ahora es momento de entrar directamente al tema de los hábitos emocionales, cómo se forman, cómo se mantienen y cómo se rompen. Este tema abarca muchas cosas, para comprenderlo plenamente primero tendremos que romper algunos paradigmas comunes.

Empecemos por el principio: ¿Qué es un hábito?

Wikipedia dice lo siguiente: En psicología el hábito es cualquier comportamiento repetido regularmente, que requiere de un pequeño o ningún raciocinio y es aprendido, más que innato. Cabe mencionar que para que un habito se forme en una persona debe practicarlo durante varias ocasiones así tanto el cuerpo como la mente se acostumbra a este hecho a lo que el cuerpo va a realizar esto de manera común. […] Los valores, ideas, sentimientos y experiencias significativas definen los hábitos de cada persona. Por tanto los hábitos se crean, no se obtienen por herencia, se pueden volver necesidades y nos llevan a realizar acciones automatizadas. (Artículo completo aquí)

Como mencionan los vídeos del factor emocional, efectivamente los hábitos emocionales son aprendidos, pero muchas veces se aprenden desde el momento de la concepción y la gestación. Los padres transmiten muchas emociones al feto en formación, y si durante ese periodo los padres (principalmente la madre) pasan por mucho estrés, el niño lo aprenderá también. Desde la concepción hasta los 2 años, el niño no sabe distinguir la división entre él y su madre, para él en ese momento la madre y él son la misma persona. Entonces lo que sienta la madre, lo sentirá el niño. Por lo tanto si la madre suele experimentar emociones negativas, el niño las experimentará también.

Desde ese momento los hábitos emocionales comienzan a formarse. Como bien dice la descripción de wikipedia un hábito requiere de un pequeño o ningún raciocinio. Para fines prácticos, entonces comprendemos que un hábito es cuando haces algo que no te has dado cuenta que estás haciendo, es decir, es inconsciente. Nuestro trabajo entonces es revertir el proceso.

Pero ahora demos un paso atrás y veamos cómo se forma un hábito emocional. Para comprender esto, debemos comprender cómo creamos nuestra realidad y la auténtica naturaleza de la realidad.

Como bien dice la sabiduría convencional «cada cabeza es un mundo» y esto no es ninguna metáfora sino literalmente una realidad. ¿Por qué?, porque cada uno tiene una concepción de la realidad diferente y es a partir de ahí desde donde crea sus experiencias y las interpreta.

Lo que hace que una persona experimente una realidad diferente son las definiciones que tenga de la misma. Por ejemplo: Imaginemos que tres personas están en una noche obscura y de pronto ven una luz en el cielo que no logran explicar con total certeza qué es. Una persona cree en la vida extra terrestre, otra cree en los ángeles y otra es científica. Cada uno verá lo respectivo a sus creencias. El primero dirá que es una nave extra terrestre, el segundo dirá que vio un ángel y el tercero tratará de dar una explicación racional a la existencia de esa luz achacándoselo a un efecto atmosférico o cualquier otra cosa. Aquí lo importante no es quien tenga razón, sino que cada uno habrá experimentado emociones particulares y para él la experiencia fue real.

¿Qué determina entonces nuestra experiencia de la realidad? la concepción que tengamos de la misma. De una forma muy simple decía Henry Ford «Si piensas que no puedes o si piensas que puedes, tienes razón». Porque lo que tu definas como cierto se convierte en tu realidad. Mientras más limitante sea tu definición, más limitaciones experimentarás en tu vida.

¿Recuerdas la película The Water Boy de Adam Sandler? Donde la madre siempre le decía a su hijo que todo era del diablo. Cuando se tiene una concepción como esa sobre la vida, entonces todo lo que se experimenta estará relacionado, todo será limitación. Cargamos culpas, miedos, rechazos, etc. Porque así definimos nuestra realidad. Cuando se tiene una definición dogmática (cerrada, limitada y limitante) de la realidad, automáticamente provocará rechazos, culpas y miedos a los que la tienen y provocará juicios a quien la defina diferente. Todas las «guerras santas» han ocurrido por discrepancias en las definiciones de la realidad, cada quien defendía a un Dios creador diferente. Lo mismo ocurre con los científicos, escépticos, religiosos, etc. Rechazan a todo aquel que piense diferente y darán mil argumentos para justificar su postura.

Una vez que comprendemos entonces que es nuestra definición de la realidad lo que nos hace experimentarla de una determinada manera, entonces entra el papel de las emociones. Las emociones son un reflejo de nuestra definición de la realidad.

Aquí hablaré específicamente de mi caso: Yo solía definir mi vida como una lucha constante, un constante esfuerzo de superación conmigo mismo (esta definición de la realidad fue aprendida de mis padres). Obviamente lo único que creaba en mi vida era lucha constante en todo lo que hacía, un eterno esfuerzo. Yo era el guerrero perfecto, pero precisamente lo único que experimentaba era lucha en todo momento. No podía relajarme. Todo lo que se presentaba en mi vida era «un nuevo reto».

Gracias a mi sadhana constante comprendí entonces la «ley de la abundancia» (por darle un nombre) y comprender eso me hizo dar un salto muy grande en mi vida y mi salud. La explicación es la siguiente: Ya somos seres infinitamente abundantes. Nunca seremos más abundantes de lo que somos actualmente, la cuestión no es si somos abundantes o no, sino en qué somos abundantes, es decir, ¿qué estamos manifestando en abundancia basado en lo que definimos como real?. Aquí entramos en terrenos paradójicos, pero es donde se encuentra la auténtica sabiduría. Por ejemplo: Muchos piensan que no son abundantes sino que tienen escasez. Eso es imposible, la escasez no existe. Lo que existe es definir la realidad como escasa, y entonces lo que experimentas es abundancia de escasez. Lo que defines como real es lo que experimentas de forma abundante. Cuando yo definía mi realidad como una eterna lucha, tenía abundancia de lucha.

Cuando comprendí entonces que puedo definir mi realidad de otra forma, comencé a experimentarla de otra manera y me abrí a la posibilidad de una cura.

Decidí definir mi realidad como una aventura de auto conocimiento y exploración, y entonces ¡mi vida se convirtió en eso inmediatamente! Al mismo tiempo las emociones que experimentaba de lucha, esfuerzo y cansancio desaparecieron. Ya se que pensarás «No puede ser así de fácil», eso ocurre precisamente porque tienes una creencia en lo profundo que te dice que no puede ser así de fácil. Es cierto que en un principio puede costar mucho trabajo ¿por qué? porque generalmente nuestra definición de la realidad (igual que un hábito) es inconsciente.

Aprovecho aquí a tocar un tema de suma importancia sobre lo que estamos hablando: El victimismo. 

La razón por la que es importante tocarlo es que el victimismo es más común de lo que creemos. Mucha gente dice «yo no soy víctima», sin embargo cuando observas sus reacciones de ira, rechazos, juicios, hacia otras personas o situaciones, y comienzan los chantajes, reproches, etc. Se vuelve evidente que si son victimistas. Lo más común de una persona victimista es que va a negar que lo es.

Si separamos la palabra victi-mismo se vuelve obvio: Ser víctima de ti mismo. Es decir no asumir la responsabilidad de todo lo que ocurre en tu vida. Ojo, de TODO lo que ocurre en TU vida (no eres responsable de lo que ocurra en la vida de otros, pero si de lo que ocurre en la tuya, tanto de lo que te gusta como de lo que no te gusta). 

Hay tres características básicas de una persona victimista: Culpar, quejarse y justificar.

  1. Culpa a otros, ya sean personas o circunstancias por la situación que están viviendo.
  2. Se quejarán de la situación que están viviendo.
  3. Justificarán porqué se encuentran en ese estado de victimización.

Entonces si notas en ti estas actitudes, es porque te estás victimizando y esa no es la forma de encontrar una solución a ningún problema, y menos de salud.

¿Cómo rompemos un hábito?

Muy fácil. La clave entre tener un hábito y romperlo se encuentra en volver consciente el hábito. Una vez que haz vuelto consciente el hábito deja de ser un hábito y se convierte en una elección.

Si después de haber vuelto consciente el hábito, te das cuenta que sigues repitiéndolo, entonces significa que tienes una definición de la realidad que te hace creer que repetir la acción que deseas romper es mejor que hacer cualquier otra cosa. Entonces nuevamente tienes que observar e investigar por qué piensas que seguir haciendo algo que no deseas es mejor que dejar de hacerlo. Es un trabajo personal y de mucha profundidad, no todos están dispuestos a hacerlo. Por eso he dicho en varias ocasiones que la cura de la enfermedad celíaca (o cualquier otra enfermedad) no es para cualquiera. Hay que estar dispuestos a adentrarnos en nuestras propias creencias y definiciones, comprender por qué están ahí, soltar muchas cosas que tal vez nos fueron impartidas por nuestros padres, y entonces podrás cambiarlas.

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