Como lo expresa claramente la sabiduría convencional «La actitud lo es todo», pero la mayoría no nos damos cuenta de qué tan profunda es esta verdad. Pues es nuestra actitud la que determina nuestro estado de salud y calidad de vida, en todos los sentidos.
Para explicarlo mejor, veamos lo siguiente:
Existen tres grandes categorías de personas, las cuales, según su categoría tienen mayor o menor probabilidad de curarse.
1.- El pesimista que de todo se deprime, la eterna víctima de la vida que culpa a los demás o a las circunstancias por todo lo que le ocurre y sufre. Cuando ve a los demás felices, se siente infeliz y como un perdedor. No tiene autoestima ni entusiasmo por vivir. Es irritable y se encoleriza sin motivo aparente, se siente inferior a los demás. Suele pensar o decir “No importa lo que haga, nada me sale bien”, “desde el principio sabía que esto no funcionaría”. Se rinde fácilmente y expresa cosas como “no puedo cambiar, es demasiado difícil”, “de cualquier manera, no le importo a nadie”. Busca la compasión de los demás y si no la recibe se enfurece, cree que la vida no tiene mucho que ofrecerle y no encuentra una razón válida para vivir. Suele acercarse a personas que están igual de deprimidos y así busca una falsa felicidad al reunirse con gente similar. Lo único que logra es armar un grupo de víctimas de la vida.
2.- El luchador que se niega a abandonar la pelea, pase lo que pase. Esta gran determinación lo lleva a vivir episodios de agonía y dolor. Desea vivir con todas sus fuerzas y a menudo expresa cosas como “Voy a acabar con esto”, “No voy a permitir que esto acabe conmigo”. Sin embargo en el fondo tiene mucho miedo de fracasar. A menudo se siente solo y duda. La palabra esperanza es su mayor motivación, y se aferra a ella como un salvavidas en medio del océano.
3.- El maestro de las circunstancias. Aquel que se toma la vida “con filosofía”, con calma y relajadamente. Cree y sabe que su enfermedad no es una coincidencia de la vida, sabe que no es razón para sentirse colérico ni desolado. Sabe que la enfermedad es una respuesta del cuerpo y una señal de que hay una lección importante que aprender, la cual le llevará a realizar cambios importantes y necesarios en su vida. No tiene desesperación por ver que la enfermedad se vaya, sino que observa de manera consciente cómo se manifiesta. Su actitud ante la enfermedad nunca es negativa, aunque en el momento se sienta mal. Escucha los mensajes que el cuerpo le transmite y aprende de ellos. Reconoce y acepta la responsabilidad de haber creado esa situación, pero nunca se auto castiga ni se siente culpable. La muerte no es un tema terrorífico para él, pues sabe que la vida no termina ahí, sino que es solamente un paso más dentro de su evolución.
Suele dedicarse a temas como la meditación, la curación energética, cuidado del cuerpo, shiatsu, reflexología, masajes, tai chi, yoga y ejercicios similares.
Siente y sabe que la enfermedad desaparecerá por sí sola, una vez que haya aprendido la lección y actuado en concordancia con lo que la enfermedad le transmite.
Si analizamos a los tres tipos de personas, podemos deducir fácilmente quienes tienen mayor probabilidades de sanar y quienes no.
A) Las personas de la primera categoría, no tienen ninguna esperanza de recuperarse mientras no cambien su actitud, puede ser que físicamente se encuentren perfectamente bien, pero sus emociones los están consumiendo. Vivir de esa manera no es vivir, sino sobrevivir. La irresponsabilidad sobre las emociones y los actos los hace sentirse eternamente víctimas de la vida, por lo mismo estarán a merced de todo lo que ocurra y nunca tomarán el control sobre su vida y su salud. Este tipo de persona tiene esperanzas nulas de encontrar una curación.
B) El segundo tipo de persona, tiene altas probabilidades de encontrar la cura, gracias a su tenacidad y actitud positiva, sin embargo hay un miedo en lo profundo, el miedo a fracasar, por lo cual siempre dentro de su lucha hay una posibilidad de fallar y él la sabe. Por lo mismo tiene siempre un plan alternativo “por si acaso”, el cual suele ser la manera de asumir la derrota pero no sin haber luchado al máximo.
El hecho de pensar positivamente se basa en su miedo, en el “no quiero tener que llegar a eso”, lo cual no es suficiente para que el cuerpo dispare una reacción curativa interna. La señal que le da al cuerpo suele ser muy disonante, pues por un lado piensa “con este tratamiento lograré curarme”, pero por otro lado piensa “si este no funciona, intentaremos con un plan B”. Dado que es el miedo el que finalmente domina todo el proceso de esta persona, es el mismo el que está provocando la enfermedad.
C) El tercer tipo de persona, al reconocer que la enfermedad no es más que una lección importante que el cuerpo o la vida le están tratando de transmitir, donde tiene que hacer ajustes importantes en su vida, ya sean cambios de hábitos dietéticos, físicos, psíquicos o emocionales; y al actuar en concordancia sin victimizarse, suele curarse de cualquier padecimiento que pueda tener, incluso cáncer u otro tipo de enfermedades “terminales”.
– Fragmento parafraseado del libro «Los secretos eternos de la salud» de Andreas Moritz
Mi experiencia
Analizando los tres tipos de personas, yo calificaba perfectamente en el segundo tipo. Gracias a las enseñanzas de mi maestro, comencé a comprender la naturaleza del tercer tipo de persona.
Después de 5 años de aprendizaje con él, logré comprender que mis emociones o actitudes inconscientes eran plenamente del segundo tipo, incluso llegué a la conclusión de llamarle a ese tipo de actitud el “síndrome del guerrero incansable”. Para mí, la vida, desde mi gestación hasta la actualidad había sido siempre una eterna lucha. Por lo mismo siempre lograba lo que quería, pero solía terminar extremadamente cansado y por lo mismo no disfrutaba del resultado. Mi lucha con la enfermedad celíaca no era la excepción, y comprendí que si quería corregir este padecimiento, mi actitud ante la vida tenía que cambiar forzosamente.
Además del síndrome de guerrero incansable, su complemento era la “controlitis”. Ese deseo por controlar todas las circunstancias para sentirme seguro. No me daba cuenta que el deseo de control estaba motivado plenamente por el miedo, el cual me provocaba un estrés muy profundo.
Al observar conscientemente ese “control”, me di cuenta que se manifestaba en todas las áreas de mi vida, y aún más en mi lucha con la enfermedad celíaca (nuevamente la percepción sobre que esto era una lucha y no una lección que había que aprender).
La obsesión tal a la que había llegado por tener un control perfecto sobre lo que comía y las reacciones que me provocaban, era la que estaba haciendo que mi enfermedad empeorara cada vez más. Incluso llegar al punto donde aunque no consumiera nada que tuviera gluten, la enfermedad continuara acentuándose.
Al haber vivido experiencias espirituales sumamente profundas, fue como comencé a comprender la naturaleza del tercer tipo de persona y comencé a transformarme en ella. A partir de ese momento, mi salud comenzó a mejorar y comencé a tomar pasos más certeros rumbo a mi curación.
Muy interesante. Encajo perfectamente en el tipo 2, lo cual hasta ahora creía que era bueno. ¿Cómo podré transmitirle a mi hija otra actitud hacia la vida y la enfermedad? Supongo que para encontrar la respuesta tendré que cambiar yo misma…